as tardías revelaciones de Molina vienen a confirmar el contubernio del régimen de Chávez con las Farc y el Eln.
En aras de la normalización de las relaciones, la mayoría de los colombianos apoya al presidente Santos en su pragmática política de mejorar hasta donde sea posible el clima de entendimiento con un gobierno impredecible, como el del coronel Chávez, que en ocasiones se ha mostrado como un interesado y pernicioso mediador en el conflicto colombiano, pero que jamás será verdaderamente amigo de Colombia, como lo demuestran las pruebas y testimonios que siguen apareciendo de que sus verdaderos amigos están del otro lado de la democracia y sus instituciones.
Ayer, precisamente, leímos un amplio reportaje del diario Nuevo Herald con dos altos oficiales en retiro de las fuerzas armadas venezolanas, que confirman que muchas de las armas que la guerrilla usa contra el Estado colombiano provienen de Venezuela. Uno de ellos, el contraalmirante Carlos Molina Tamayo, ex asesor de Seguridad Nacional de Hugo Chávez, confirma lo que ya sabíamos, a través de los computadores de “Raúl Reyes”, del Departamento del Tesoro de los EEUU y de otras fuentes serias, incluso venezolanas, acerca de las andanzas de aquel funesto personaje, autor de la frase que pasó a la historia de los desatinos intervencionistas del gobierno Chávez en Colombia: “Estamos muy pendientes de su lucha... mantengan ese esfuerzo y cuenten con nosotros”.
Nos referimos a Ramón Rodríguez Chacín, dos veces ministro de Relaciones Interiores de Chávez, incluido recientemente en la lista Clinton, del Departamento del Tesoro de EEUU, por ayudar a las Farc en el tráfico de drogas, y caído aparentemente en desgracia en septiembre de 2008, cuando extrañamente renunció a su cargo por “motivos personales”. Molina se refiere a cuando Rodríguez era capitán de navío retirado, pero ya fungía como amigo y hombre de confianza de Chávez, y él era director de Armamento de la Fuerza Armada Nacional: “Rodríguez Chacín me pidió 300 fusiles FAL. Me dijo sólo que era para una operación irregular pero se entendía que era para una operación de la guerrilla. Me preguntó que de dónde se podía sacarlos sin dejar rastros”. Molina asegura que no accedió al pedido, pero tiempo después comenzó a detectar pérdida de material bélico de su dependencia. “A veces había operaciones donde se robaban armas, o se fingía que se las estaban robando, para entregárselas a la guerrilla. No se trataba solamente de fusiles, también desaparecían morteros, granadas y los cohetes antitanques AT4, esos que han aparecido en manos de la guerrilla”.
Molina cuenta que fue separado de aquel cargo y nombrado por breve tiempo Secretario Permanente del Consejo de Seguridad y Defensa, pero debido a sus críticas y desacuerdos con el régimen, para hacerlo a un lado lo nombraron embajador en Grecia. Una vez allí, Molina optó por presentar su renuncia, en los días previos al fallido golpe del 11 de abril 2002, con una proclama pública en la que exigió la renuncia de Chávez, argumentando entre otras cosas su estrecho vínculo con los movimientos guerrilleros de Colombia. Las tardías revelaciones de Molina vienen a confirmar que el contubernio del régimen de Chávez con las Farc viene desde la época del Kaguanistán, como lo denunciamos tantas veces en estas columnas.
El otro entrevistado por El Nuevo Herald es el general de brigada (r) de la Guardia Nacional, Marcos Ferreira, hoy exiliado en Miami. Dice que cuando fungía como director de Identificación y Extranjería recibió órdenes de Chávez, transmitidas a través de Rodríguez Chacín, para que en ese entonces – se refiere a hechos sucedidos entre el 2003 y el 2004 - dejara ingresar al país a líderes de las Farc y el Eln. “El se presentaba como comisionado del presidente de la República. Y en esas oportunidades fue hasta mi despacho, solicitando apoyo de parte del presidente, y cuando hablé con el ministro del Interior, que en ese entonces era Luis Miquelena, él me confirmó y me dijo: ‘Sí, es verdad, Ferreira, hay que apoyarlo porque esas son instrucciones de Hugo’”. Ferreira dijo que Rodríguez Chacín llegó en un momento dado a tener control en las aduanas y a realizar arreglos para importar armas que luego eran traspasadas a las Farc. Coincide la tardía denuncia del general Ferreira con lo que se supo en marzo de 2003, a través de la prensa venezolana, acerca de la atención que había recibido “Raúl Reyes” en una clínica del Táchira y sobre el hallazgo de un “Enclave guerrillero en Zulia”, como tituló entonces El Universal.
En conclusión, lo dicho por estos altos oficiales retirados de las FFAA de Venezuela, con la autoridad que les da haber estado cerca de lo que denuncian, no hace sino confirmar el carácter irrebatible de la información obtenida de los computadores de “Reyes”, que los gobiernos involucrados de Venezuela y Ecuador descalificaron con el cuento de que tras el ataque de Angostura se habría roto la cadena de custodia y su contenido habría sido manipulado por las autoridades colombianas para perjudicarlos, desconociendo la certificación que dio la Interpol, luego de su examen riguroso de ese material. Desde ese punto de vista, hay que valorar los nuevos testimonios dentro de una larga historia de abusiva y criminal intervención que Colombia jamás olvidará.
Ayer, precisamente, leímos un amplio reportaje del diario Nuevo Herald con dos altos oficiales en retiro de las fuerzas armadas venezolanas, que confirman que muchas de las armas que la guerrilla usa contra el Estado colombiano provienen de Venezuela. Uno de ellos, el contraalmirante Carlos Molina Tamayo, ex asesor de Seguridad Nacional de Hugo Chávez, confirma lo que ya sabíamos, a través de los computadores de “Raúl Reyes”, del Departamento del Tesoro de los EEUU y de otras fuentes serias, incluso venezolanas, acerca de las andanzas de aquel funesto personaje, autor de la frase que pasó a la historia de los desatinos intervencionistas del gobierno Chávez en Colombia: “Estamos muy pendientes de su lucha... mantengan ese esfuerzo y cuenten con nosotros”.
Nos referimos a Ramón Rodríguez Chacín, dos veces ministro de Relaciones Interiores de Chávez, incluido recientemente en la lista Clinton, del Departamento del Tesoro de EEUU, por ayudar a las Farc en el tráfico de drogas, y caído aparentemente en desgracia en septiembre de 2008, cuando extrañamente renunció a su cargo por “motivos personales”. Molina se refiere a cuando Rodríguez era capitán de navío retirado, pero ya fungía como amigo y hombre de confianza de Chávez, y él era director de Armamento de la Fuerza Armada Nacional: “Rodríguez Chacín me pidió 300 fusiles FAL. Me dijo sólo que era para una operación irregular pero se entendía que era para una operación de la guerrilla. Me preguntó que de dónde se podía sacarlos sin dejar rastros”. Molina asegura que no accedió al pedido, pero tiempo después comenzó a detectar pérdida de material bélico de su dependencia. “A veces había operaciones donde se robaban armas, o se fingía que se las estaban robando, para entregárselas a la guerrilla. No se trataba solamente de fusiles, también desaparecían morteros, granadas y los cohetes antitanques AT4, esos que han aparecido en manos de la guerrilla”.
Molina cuenta que fue separado de aquel cargo y nombrado por breve tiempo Secretario Permanente del Consejo de Seguridad y Defensa, pero debido a sus críticas y desacuerdos con el régimen, para hacerlo a un lado lo nombraron embajador en Grecia. Una vez allí, Molina optó por presentar su renuncia, en los días previos al fallido golpe del 11 de abril 2002, con una proclama pública en la que exigió la renuncia de Chávez, argumentando entre otras cosas su estrecho vínculo con los movimientos guerrilleros de Colombia. Las tardías revelaciones de Molina vienen a confirmar que el contubernio del régimen de Chávez con las Farc viene desde la época del Kaguanistán, como lo denunciamos tantas veces en estas columnas.
El otro entrevistado por El Nuevo Herald es el general de brigada (r) de la Guardia Nacional, Marcos Ferreira, hoy exiliado en Miami. Dice que cuando fungía como director de Identificación y Extranjería recibió órdenes de Chávez, transmitidas a través de Rodríguez Chacín, para que en ese entonces – se refiere a hechos sucedidos entre el 2003 y el 2004 - dejara ingresar al país a líderes de las Farc y el Eln. “El se presentaba como comisionado del presidente de la República. Y en esas oportunidades fue hasta mi despacho, solicitando apoyo de parte del presidente, y cuando hablé con el ministro del Interior, que en ese entonces era Luis Miquelena, él me confirmó y me dijo: ‘Sí, es verdad, Ferreira, hay que apoyarlo porque esas son instrucciones de Hugo’”. Ferreira dijo que Rodríguez Chacín llegó en un momento dado a tener control en las aduanas y a realizar arreglos para importar armas que luego eran traspasadas a las Farc. Coincide la tardía denuncia del general Ferreira con lo que se supo en marzo de 2003, a través de la prensa venezolana, acerca de la atención que había recibido “Raúl Reyes” en una clínica del Táchira y sobre el hallazgo de un “Enclave guerrillero en Zulia”, como tituló entonces El Universal.
En conclusión, lo dicho por estos altos oficiales retirados de las FFAA de Venezuela, con la autoridad que les da haber estado cerca de lo que denuncian, no hace sino confirmar el carácter irrebatible de la información obtenida de los computadores de “Reyes”, que los gobiernos involucrados de Venezuela y Ecuador descalificaron con el cuento de que tras el ataque de Angostura se habría roto la cadena de custodia y su contenido habría sido manipulado por las autoridades colombianas para perjudicarlos, desconociendo la certificación que dio la Interpol, luego de su examen riguroso de ese material. Desde ese punto de vista, hay que valorar los nuevos testimonios dentro de una larga historia de abusiva y criminal intervención que Colombia jamás olvidará.